viernes, mayo 11, 2007

Guatita llena, corazón contento

En mi reducida familia valoramos mucho la buena mesa. Pasó el tiempo en que salíamos con frecuencia a restoranes, pero cuando lo hacemos por estos días, revivimos todas aquellas normas tácitas que más de algún problema nos han traído cuando andamos con más gente o con otros. Podemos estar peliados o mal genio, pero al momento del restaurant todos respetamos las reglas, aunque nunca hemos hablado de ellas, pero las respetamos igual.

Al momento de pedir algo, todos preguntan qué va a pedir el otro para no repetirse. Una de las claves cuando comemos juntos fuera, es que tenemos libertad para probar el plato de los otros. Por ello hay que maximizar posibilidades de sabores y ordenar todo distinto.

Cuando llega la comida, el plato es tuyo, pero todos pueden pedirte e incluso meter el tenedor, pero sólo si el dueño del plato ya lo ha probado.

Las papas fritas son practicamente públicas. Como por lo general son porciones más abundantes, alguien siempre pide papas fritas y todos podemos sacar.

Cuando ya pasó la etapa inicial de la cata de platos, puedes seguir pidiendo u ofreciendo. Pero esto va asociado a una transacción recíproca. Te doy si tu me das.

Cuando alguien pide algo "a lo pobre" está extrictamente prohibido reventarle los huevos. Puede ser causante de incluso de una discusión y la condena viene a ser dar el 50% del plato casi. Pero si estás de cumpleaños o te están celebrando algo, te permiten reventar un huevo como un gran regalo.

Lo último del plato es propio, a menos que solicites ayuda para terminarlo.

Si no lo terminas y te lo quieres llevar, los restos son tuyos las primeras 48 hrs. Si después de eso no te lo comiste, pasa a ser un bien público y cualquiera en la casa puede atacar.

Nunca pedimos postres, a menos que estemos en necesidad de algo dulce. Y también los postres son comunitarios; pedimos uno o dos, pero siempre con tres cucharas.