¿Pan o pedazo?
Una semana atrás estaba dándole la lata a mi gran amigo Fede junto al mar sobre cómo mi vida estaba tan plana: no tengo pega, no tengo plata, no tengo perro ni quien me pestañee. Y así me sentía, realmente todo estaba opacado por la lata y la escualidez de los bolsillos.
¡¡Esos días cómo desee que todo cambiara y que alguna de las dos posibilidades lejanas de trabajo se volviera realidad!! El grisáceo Santiago no ayudaba mucho y la lluvía diluía mis esperanzas.
El martes me citaron a la segunda entrevista para esta organización sin fines de lucro. Si después del Rochard me llamaron no debo estar tan mal, pensé, y partí no muy segura de mí.
Nada quedó claro, pero a la salida tengo un mensaje en el celular de la otra agencia donde estaba postulando, la que tras 3 entrevistas no me había asegurado nada aún.
Me "tomé" la tarde y no pensé en devolver el llamado, pero ellos lo intentaron de nuevo. Alo? Gabriela, puedes empezar el lunes?
- Oh! si, claro. Oh, que fe... Eh, sabes si, te digo que si, pero tengo otra entrevista mañana, pero les tengo una propuesta...
Voy a la tercera -si, tercera- entrevista en esta organización misteriosa y hacemos buenas migas con mi entrevistador. Sus hijas, los viajes y hasta la gastronomía salen a colación. Pero la decisión se tomaría después, "la próxima semana, seguro sabremos".
Segundos, minutos y horas, largas horas, pensando en qué era lo que realmente quería: un trabajo en una agencia en el área que más me gusta con jornada completa o media jornada en un terreno por explorar por la misma plata. Me imaginé los dos escenarios y no pude decidirme, quería ambos y los desee.
Muy proactivamente partí donde mi nueva jefa a proponerle una forma en que yo pudiera hacer los dos trabajos si es que me resultaba el otro.
Especulaciones vienen y van y pero ninguna noticia certera de number 2. Así que llamé a la agencia para confirmar mi arrivo el día lunes. Corto y acto seguido me llama la niña headhunter para decirme: eres la elegida.
Emoción, qué emoción! Luego de analizar profusamente la realidad me di cuenta que tenía que optar. Debo ser profesional, no soy superman.
Fue tremendo y la Amy -que me acompañó todo el rato- tenía razón "qué lástima que una noticia tan buena esté opacada por la dificil decisión". La verdad me costó mucho porque el tema de la plata y la libertad de la media jornada no es nada menor, pero por otro lado la agencia es un lugar en el que realmente quería estar. Y quedé!
Luego de horas sin saber qué hacer, asumí que debía renunciar a una. Fui y di la cara.
Con el corazón medio roto por haber elegido la visión ingenieril, pero lleno por otro lado por haberme mantenido firme en mi política antipituto que mis familiares trataban de echar a bajo, empecé mi último fin de semana de cesantía.
Ahora tengo pega, a fin de mes tendré plata con la que me compraré un perro y ya reanimaré el pestañeo.