miércoles, junio 20, 2007

Cosas perdidas

Nunca he perdido muchas cosas. Materiales. O más bien, extraviado. He tenido algunos episodios con duendecillos, que después se reivindican devolviendo las cosas, pero ese es otro cuento.

Cuando digo perdido, me refiero a que sabes que no las vas a recuperar más.

No me gusta la idea de que alguien tenga algo mío, algo que yo no quise dejar atrás, de lo que no había intencionado desprenderme. Incluso alguien que conozco.

Y con el tiempo, me he dado cuenta que evito quedarme con cosas del resto, y no es que piense que en lo ajeno reina la desgracia, sino que creo que las cosas contienen energia de sus dueños, y no sabes dónde estará esa energía, qué estará provocando o qué le estarán haciendo.

Además, así me cuido de no tener ningún objeto que me recuerde a alguien a quien he dejado de ver. Por eso, nunca quise regalarle nada a SP, y rechacé los aros con los que llegó una hermosa tarde sevillana.

Hace poco, muy poco, tuve que hacerme la idea de perder dos cosas muy importantes para mi: unos aros, que si bien no son monetariamente una pérdida, sí lo son sentimentalmente porque eran de mi mamá y porque los aros son mis accesorios favorito. También perdí unos guantes. Y digo perdí porque no están ni ahí con devolvérmelos y yo no quiero rogar por algo que me costó 500 pesos, y menos a alguien que sé que no los atesorará.

Al final, lo que me inquieta, es no saber el destino de mis cosas, si las querrán o las botarán a la basura, y de ser así, prefiero hacerlo yo. Suficiente es que mi compañía no sea requerida, como para que además, mis cosas, las que yo elegí, las que yo cuidé, no signifiquen nada para un otro. Cualquier otro.

Este es todo un nuevo desafío. Hay que aprender a dejar ir las cosas, porque perder a veces también es ganar.